Publicado en Plaza de Armas el 12 de Septiembre de 2011
Hace 3 meses comenté en esta columna los resultados del
estudio de competitividad global que genera el IMD, escuela de negocios de
Suiza que es una de las mejor calificadas a nivel mundial, en el que México había logrado una mejora de 9 posiciones en el último año al ocupar el lugar 38
de un total de 59 países. El IMD define competitividad como “la forma en que
las naciones y los negocios manejan la totalidad de sus competencias con el fin
de lograr una mayor prosperidad”, por lo que evalúa más de 150 variables que
incluyen aspectos duros y suaves (producción, inversión, finanzas, legislación,
capital humano, etc.) que en su conjunto deberían crear esa prosperidad
sostenida en el tiempo. Sin duda, es positivo tener un avance en esa escala
(aunque se siga estando debajo de media tabla); pero también comenté que era
necesario ver otras evaluaciones internacionales de competitividad para ver si
se confirmaba la tendencia y de esa forma analizar las implicaciones de estos
resultados.
La semana pasada, el Foro Económico Mundial (FEM) publicó
los resultados de su Reporte Global de Competitividad 2011-2012, uno de los
estudios de más renombre y difusión en este tema a nivel mundial por su
cobertura geográfica (incluyó a 142 países en este año) y también por la
amplitud de sus evaluaciones, ya que también hace una medición de más de 110
variables, algunas cualitativas, otras cuantitativas, de aspectos duros y
suaves. El FEM define competitividad como “el conjunto de instituciones,
políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país”, y
esa productividad establece el nivel de prosperidad que puede ser obtenida por
un país. Por lo tanto, vemos una definición muy alineada a la del IMD.
Hecha toda esta presentación, veamos los resultados: México
subió 8 lugares al pasar del 66 al 58; es decir, tenemos una confirmación de la
tendencia identificada por el IMD. Otra vez, sin duda son buenas noticias, pero
pongámoslas en contexto: en los últimos 3 años habíamos perdido 14 posiciones,
por lo que esta recuperación nos señala que hay todavía un trecho que recorrer
para ocupar las posiciones que se tenían hace 4 y 5 años. Veamos de forma
general las categorías consideradas en el estudio para identificar las
fortalezas y debilidades (sólo agrego como nota cultural que el año pasado,
cuando México había perdido 6 lugares, las autoridades cuestionaban la
metodología de este reporte; pero este año, cuando los resultados son
positivos, el mensaje es que el reporte es una buena guía para saber en qué
temas debe seguir trabajando el país).
El reporte plantea que una economía va evolucionando en
distintos grados de madurez y sofisticación. El primer nivel es aquel en que
una economía compite con base en sus recursos naturales: vasta mano de obra,
aunque no sea calificada, y recursos naturales. El segundo nivel es aquel en
que la economía ya no puede competir sólo por mano de obra barata, ya que los
ingresos y competencias han ido subiendo y eso hace que suban algunos costos;
por lo tanto, la actividad económica debe centrarse en lograr eficiencias
productivas; el tercer nivel es aquel en que la economía sólo podrá mantenerse
competitiva si desarrolla aspectos de innovación y mayor sofisticación de
negocios en el sentido de tener cadenas
productivas más fuertes y amplias.
Para cada nivel define distintos atributos que harán que una
economía sea competente en función de su nivel de desarrollo: por ejemplo, para
el primer nivel que llama “requerimientos básicos”, evalúa la fortaleza y
efectividad de las instituciones, la infraestructura presente, la estabilidad
macroeconómica y la salud y educación básica, elementos importantes cuando
compites por recursos naturales. Para el segundo nivel, que llama “potenciadores
de eficiencia”, evalúa aspectos la educación superior y la capacitación, la
eficiencia de los mercados de bienes y laboral, el desarrollo del mercado
financiero, la preparación tecnológica y el tamaño de mercado (por aquello de
las economías de escala). Para el tercer nivel, llamado “factores de innovación
y sofisticación”, evalúa aspectos de las cadenas productivas como la cantidad y
calidad de proveedores locales, la sofisticación de los procesos productivos,
el alcance de las acciones de marketing, la investigación y el desarrollo, la
vinculación industria-universidades, las patentes, etc.
México, de acuerdo a sus calificaciones, se ha estado
moviendo entre el segundo nivel de desarrollo (eficiencias productivas) y un
estado transitorio hacia el nivel de innovación. Esto se debe a que la categoría en la que
mejoró más este año fue en la de factores de innovación y sofisticación,
seguido por la de potenciadores de eficiencia y un muy ligero retroceso en la
de requerimientos básicos, tema en el que se ha empeorado o avanzado más lento
que el resto del mundo. Aspectos como el
bajo nivel de confianza en los políticos, los costos que tienen los negocios
por la violencia y el crimen organizado, la baja confianza en los servicios
policiacos, la baja calidad de la educación primaria y en ciencias y
matemáticas, una presencia fuerte de pocos corporativos así como políticas
anti-monopolio poco efectivas, los altos costos asociados a la contratación y
al despido y la baja participación de la mujer en la fuerza laboral (todos
estos temas en los que estamos de los lugares 120 para abajo de un total de 142
países), son los temas que nos restan competitividad y que hacen que los
avances que se hayan tenido en innovación, preparación tecnológica, educación
superior y capacitación (temas en los que a pesar de las mejoras seguimos entre
los lugares 63 a 72) se pierdan y tengan
poco impacto.
Si hiciéramos una analogía con el desarrollo humano, México
sería un adolescente donde vemos que comienza a tener algunas ideas y
pensamientos adultos, pero atrapado en un cuerpo de niño, donde sus
restricciones de tamaño y fuerza no lo dejan avanzar a conseguir cosas que los
adultos sí pueden hacer. Esas restricciones se conocen, pero seguimos sin
destrabar las voluntades políticas y sociales que permitirían modificarlas. Eso
nos condena a permanecer como adolescentes por muchos años más.
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