jueves, 12 de enero de 2012

México mejora en competitividad (nuevamente)


Publicado en Plaza de Armas el 12 de Septiembre de 2011

Hace 3 meses comenté en esta columna los resultados del estudio de competitividad global que genera el IMD, escuela de negocios de Suiza que es una de las mejor calificadas a nivel mundial, en el que México había logrado una mejora de 9 posiciones en el último año al ocupar el lugar 38 de un total de 59 países. El IMD define competitividad como “la forma en que las naciones y los negocios manejan la totalidad de sus competencias con el fin de lograr una mayor prosperidad”, por lo que evalúa más de 150 variables que incluyen aspectos duros y suaves (producción, inversión, finanzas, legislación, capital humano, etc.) que en su conjunto deberían crear esa prosperidad sostenida en el tiempo. Sin duda, es positivo tener un avance en esa escala (aunque se siga estando debajo de media tabla); pero también comenté que era necesario ver otras evaluaciones internacionales de competitividad para ver si se confirmaba la tendencia y de esa forma analizar las implicaciones de estos resultados.

La semana pasada, el Foro Económico Mundial (FEM) publicó los resultados de su Reporte Global de Competitividad 2011-2012, uno de los estudios de más renombre y difusión en este tema a nivel mundial por su cobertura geográfica (incluyó a 142 países en este año) y también por la amplitud de sus evaluaciones, ya que también hace una medición de más de 110 variables, algunas cualitativas, otras cuantitativas, de aspectos duros y suaves. El FEM define competitividad como “el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país”, y esa productividad establece el nivel de prosperidad que puede ser obtenida por un país. Por lo tanto, vemos una definición muy alineada a la del IMD.

Hecha toda esta presentación, veamos los resultados: México subió 8 lugares al pasar del 66 al 58; es decir, tenemos una confirmación de la tendencia identificada por el IMD. Otra vez, sin duda son buenas noticias, pero pongámoslas en contexto: en los últimos 3 años habíamos perdido 14 posiciones, por lo que esta recuperación nos señala que hay todavía un trecho que recorrer para ocupar las posiciones que se tenían hace 4 y 5 años. Veamos de forma general las categorías consideradas en el estudio para identificar las fortalezas y debilidades (sólo agrego como nota cultural que el año pasado, cuando México había perdido 6 lugares, las autoridades cuestionaban la metodología de este reporte; pero este año, cuando los resultados son positivos, el mensaje es que el reporte es una buena guía para saber en qué temas debe seguir trabajando el país).

El reporte plantea que una economía va evolucionando en distintos grados de madurez y sofisticación. El primer nivel es aquel en que una economía compite con base en sus recursos naturales: vasta mano de obra, aunque no sea calificada, y recursos naturales. El segundo nivel es aquel en que la economía ya no puede competir sólo por mano de obra barata, ya que los ingresos y competencias han ido subiendo y eso hace que suban algunos costos; por lo tanto, la actividad económica debe centrarse en lograr eficiencias productivas; el tercer nivel es aquel en que la economía sólo podrá mantenerse competitiva si desarrolla aspectos de innovación y mayor sofisticación de negocios en el sentido de tener  cadenas productivas más fuertes y amplias.

Para cada nivel define distintos atributos que harán que una economía sea competente en función de su nivel de desarrollo: por ejemplo, para el primer nivel que llama “requerimientos básicos”, evalúa la fortaleza y efectividad de las instituciones, la infraestructura presente, la estabilidad macroeconómica y la salud y educación básica, elementos importantes cuando compites por recursos naturales. Para el segundo nivel, que llama “potenciadores de eficiencia”, evalúa aspectos la educación superior y la capacitación, la eficiencia de los mercados de bienes y laboral, el desarrollo del mercado financiero, la preparación tecnológica y el tamaño de mercado (por aquello de las economías de escala). Para el tercer nivel, llamado “factores de innovación y sofisticación”, evalúa aspectos de las cadenas productivas como la cantidad y calidad de proveedores locales, la sofisticación de los procesos productivos, el alcance de las acciones de marketing, la investigación y el desarrollo, la vinculación industria-universidades, las patentes, etc.

México, de acuerdo a sus calificaciones, se ha estado moviendo entre el segundo nivel de desarrollo (eficiencias productivas) y un estado transitorio hacia el nivel de innovación.  Esto se debe a que la categoría en la que mejoró más este año fue en la de factores de innovación y sofisticación, seguido por la de potenciadores de eficiencia y un muy ligero retroceso en la de requerimientos básicos, tema en el que se ha empeorado o avanzado más lento que el resto del mundo.  Aspectos como el bajo nivel de confianza en los políticos, los costos que tienen los negocios por la violencia y el crimen organizado, la baja confianza en los servicios policiacos, la baja calidad de la educación primaria y en ciencias y matemáticas, una presencia fuerte de pocos corporativos así como políticas anti-monopolio poco efectivas, los altos costos asociados a la contratación y al despido y la baja participación de la mujer en la fuerza laboral (todos estos temas en los que estamos de los lugares 120 para abajo de un total de 142 países), son los temas que nos restan competitividad y que hacen que los avances que se hayan tenido en innovación, preparación tecnológica, educación superior y capacitación (temas en los que a pesar de las mejoras seguimos entre los lugares 63 a 72)  se pierdan y tengan poco impacto.

Si hiciéramos una analogía con el desarrollo humano, México sería un adolescente donde vemos que comienza a tener algunas ideas y pensamientos adultos, pero atrapado en un cuerpo de niño, donde sus restricciones de tamaño y fuerza no lo dejan avanzar a conseguir cosas que los adultos sí pueden hacer. Esas restricciones se conocen, pero seguimos sin destrabar las voluntades políticas y sociales que permitirían modificarlas. Eso nos condena a permanecer como adolescentes por muchos años más.

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