jueves, 12 de enero de 2012

Los múltiples costos de la inseguridad en México


Publicado en Plaza de Armas el 24 de Octubre de 2011

Con el fin de poder dimensionar la magnitud del problema de inseguridad que vive el país, se han hecho diversos esfuerzos de medición, tanto de instancias oficiales como de instituciones privadas, nacionales e internacionales, algunas focalizadas en una región o en un tipo de delito, otras enfocadas a tener un panorama lo más amplio posible de las actividades delictivas en el país.

Estas cifras pueden tener diversas imprecisiones, tanto por la identificación misma de los delitos (de acuerdo a la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2011 que genera el INEGI, los ciudadanos denunciamos sólo el 12.3% de los delitos del fuero común), como por la precisión y oportunidad de la información que generan las procuradurías sobre los delitos del fuero común y del fuero federal. A pesar de estas limitaciones, los datos de las distintas fuentes reflejan un panorama muy similar: una gran heterogeneidad de frecuencia de actos delictivos en el país, por lo que tenemos zonas con niveles muy bajos para los estándares internacionales, así como otras zonas (principalmente Estados del Norte y de la costa del Pacífico) que tienen de las tasas más altas en el mundo. Por ejemplo, en un estudio desarrollado por la UNODC (Oficina de las Naciones Unidas para las Drogas y el Crimen), basado en cifras oficiales, el 41% de los homicidios en el 2010 se concentró en 4 Estados que conforman sólo el 11% de la población. Además, dentro de estos 4 Estados (Chihuahua, Sinaloa, Guerrero y Baja California), existen zonas con tasas más altas de concentración aún, como el hecho de que en Ciudad Juárez se hayan cometido dos terceras partes de los asesinatos de Chihuahua o que en Tijuana ocurrieron tres cuartas partes de los asesinatos de Baja California. Esto hace que mientras algunas autoridades puedan “presumir” una tasa de homicidios en el país en un rango medio para estándares internacionales, tengamos situaciones en algunos Estados y Municipios que nos alarman como población, no sólo de esos entornos, sino en todo el país.

Más allá de la dificultad para medir con precisión los niveles delictivos, tenemos las realidades económicas negativas que la realidad y la percepción de inseguridad han generado en el país, tanto a nivel empresarial como en los hogares. Analicemos estos datos desde tres perspectivas: la primera es la de los dólares ingresados por viajeros internacionales, como lo contabiliza el Banco de México; de acuerdo a esta cuenta, este año se han recibido 305 millones de dólares menos de Enero a Agosto comparado con el mismo periodo del año anterior, principalmente por una caída de los dólares ingresados por turistas, pero también por una caída de los dólares que ingresan los que visitan el país por crucero y de los viajeros fronterizos que no pernoctan en el país. El único concepto que ha tenido una pequeña mejora es el de los viajeros fronterizos que sí pernoctan. Evidentemente, entra la discusión de si la caída de ingresos es por la inseguridad o por los problemas económicos mundiales, pero cuando vemos que el turismo en el mundo estaba creciendo en el primer semestre a tasas cercanas al 5%, sólo hay 2 explicaciones: o es la inseguridad, o es una incapacidad estructural de promover el turismo en el país. Ninguna de las 2 da consuelo.

La segunda perspectiva es la empresarial en general. De acuerdo a un estudio de la American Chamber of Commerce realizado en más de 500 empresas a nivel nacional, a finales del año pasado y principios de éste, un 8% contestó que ha considerado trasladar sus operaciones a otro país debido al entorno de inseguridad; de igual forma, 27% ha reconsiderado su inversión en México (mismo porcentaje que el año pasado). En un estudio más amplio, de 1,100 empresas, Banco de México realizó un estudio en Diciembre del año pasado donde identificó que 68% de las empresas en el norte del país han sido afectados por la inseguridad; la tasa más baja fue en el sur, pero aún ahí, la tasa de afectación es de cerca del 50%. Estas afectaciones se refieren a robo de mercancías, pérdida de negocios futuros o inversiones, disminución de ventas, inseguridad del personal e incremento del gasto en seguridad entre otros. Aunque existen diversas estimaciones del costo provocado por la inseguridad en las empresas (que van del 1% al 15% del PIB), con estos datos por lo menos es clara la amplitud en la que los negocios se ven afectados.

La tercera perspectiva es la de los hogares. En la misma encuesta de INEGI citada al inicio de esta columna, se identificaron 2 datos muy preocupantes: el primero es que 36% de los hogares han tenido alguna víctima de delito del fuero común en el año pasado; es decir, 10.6 millones de hogares en el país cuentan con algún hecho delictivo cometido a alguno de sus miembros. La otra cifra es que como consecuencia de esta percepción de inseguridad, 10 millones de hogares han hecho alguna adaptación como medida de seguridad. Estos 2 datos, tanto el daño patrimonial por los delitos de que fueron objeto como el gasto en medidas preventivas, representan un total de 211 mil millones de pesos. Es decir, en promedio, ¡uno de cada 3 hogares del país tuvo un impacto negativo por $21,000 pesos por temas de seguridad en el 2010!

Por todo esto vemos que además del alto costo social que tiene el tema de inseguridad, a pesar de lo focalizado que pudiera estar estadísticamente en algunos de sus rubros, tiene también un alto costo económico que hace más complejo el entorno empresarial y familiar. Por supuesto, habrá quien diga que en vez de ver el vaso medio vacío habría que verlo medio lleno, y que esto representa una gran oportunidad de negocios como se ha visto con el crecimiento de las empresas dedicadas a temas de seguridad; pero si lo vemos en un contexto más amplio, los beneficios que esa oportunidad muy focalizada puedan tener palidecen ante los costos involucrados.

Esperar y ver-Nueva revisión a la situación mundial


El título de esta columna se refiere a una expresión en inglés (wait-and-see) que parece definir la posición que algunos directivos empresariales en Estados Unidos están tomando ante las perspectivas económicas de fin de año. Y es que aunque el último trimestre estuvo lleno de volatilidad y nerviosismo, hay algunas señales positivas dentro del mar de noticias negativas que hacen que los directivos no acaben de tener un escenario muy claro para planear el siguiente año.

De acuerdo al indicador MSCI, que muestra un panorama de la actividad bursátil en 70 países tanto de economías desarrolladas como emergentes y en transición, las bolsas de estos países han tenido una caída de 9.4% en lo que va del año si se mide en dólares, lo que muestra la actitud de inversionistas que han buscado destinos más “seguros” para sus capitales. Pero más allá de conocer esta cifra que muestra el acumulado de 9 meses y medio, lo interesante es evaluar el comportamiento que ha tenido en el año. Podemos dividirlo en cuatro periodos que muestran muy bien lo que hemos vivido desde que arrancó el 2011: comenzamos con el periodo de optimismo de Enero a Abril, donde se veían bajas probabilidades de una doble recesión y preocupaban mas bien los riesgos potenciales de inflación por la recuperación económica así como por el aumento de algunas materias primas y alimentos y, aunque las deudas de varios países seguían siendo un riesgo latente, el horizonte de problemas potenciales se ubicaba entre el 2012 y el 2013. Y por supuesto, no olvidemos el terremoto y tsunami de Japón que puso alertas sobre su impacto en el frágil estado de recuperación económica mundial.

El segundo periodo fue de Mayo a Julio, donde a pesar de las buenas noticias de diversos corporativos que tenían crecimientos superiores a las expectativas, la economía de las principales economías mostró que seguía en crecimiento pero a menores tasas que las del año pasado; además, las tasas de desempleo mostraban una inquietante permanencia y se acentuaron las inquietudes sobre la capacidad de pago de algunas deudas europeas; hubo nuevos apoyos económicos a dichos países, pero no lograron crear un clima de completa confianza. Esto provocó que en estos 3 meses, las bolsas del mundo bajaran 6%, con lo que llegaron a un nivel muy similar al que arrancó el año.

El tercer periodo fue Agosto y Septiembre, con todo el mar de noticias negativas que recibimos entre rebajas de calificación a las deudas de los países que tenían problemas, más la inquietud sobre la situación de otros países como la deuda de largo plazo de Estados Unidos y la deuda de Francia, Italia y Japón. Además, los crecimientos económicos de varias economías del segundo trimestre, reportados en este periodo, mostraban un crecimiento casi nulo en Alemania, Francia y el Reino Unido, con una caída de la economía japonesa. Esto provocó la caída en las bolsas de casi 17% en sólo 2 meses, y el incremento de las probabilidades de una doble recesión próxima en la economía de Estados Unidos, que pasó de un orden del 15% a uno del 35% y hasta el 50% en muy pocas semanas (a pesar de que la economía de ese país creció más en el segundo trimestre que lo que creció en el primero).

A lo largo de estos 3 periodos, la presión social por la falta de empleo se ha venido manifestando de diversas formas, desde Túnez y todas las revoluciones de África del Norte, hasta las recientes marchas de este fin de semana en cerca de 950 ciudades en 82 países, tanto de economías desarrolladas como economías emergentes.

Y es así como llegamos al brevísimo cuarto periodo, de 2 semanas de Octubre, donde las reacciones de las autoridades europeas y norteamericanas parecen estar calmando al público inversionista y esto se refleja con aumentos en las bolsas del mundo de 7%. Hay noticias positivas como el hecho que la bolsa de Nueva York llegara a los niveles en los que comenzó el año, la actividad manufacturera en Estados Unidos, Reino Unido y China creció en Septiembre, se sigue generando empleo en E.U. aunque apenas suficiente para el crecimiento poblacional, y las ventas al por menor crecieron también en ese país con perspectivas de que las ventas de fin de año sean mejores que las del año pasado. Pero así como están estas noticias, vemos que la actividad manufacturera en otros motores económicos se está desacelerando o inclusive contrayendo, como en Alemania, Francia y Brasil; la Directora del Fondo Monetario Internacional alertó sobre el contagio de la evolución negativa de las economías desarrolladas en las economías en desarrollo; por último, un estudio entre los Directores de las principales empresas en Estados Unidos ajustaron sus expectativas de inversión y generación de empleo (la mayoría las mantendrá igual por los próximos 6 meses, de ahí el “esperar y ver”)

Este es el complejo entorno internacional ante al que hay que planear el próximo año. Para México tenemos además los ingredientes de ser un año electoral y la presión social y de negocios que genera el tema de inseguridad. El escenario de la doble recesión en los próximos meses sigue sin ser el más probable para prácticamente ningún analista, pero el aumento de probabilidades hace que este sea uno de los escenarios a considerar. Lo que sí parece tener certidumbre para todo el 2012 es que ante la lenta recuperación que ha tenido el empleo, seguiremos con la presencia de un mercado interno aún deprimido.

Esto obliga a las empresas a ser más analíticas sobre sus mercados. Dentro de todos estos grandes números y promedios siempre hay nichos con mejores dinámicas de crecimiento, ya sea desde el enfoque de geografías nacionales e internacionales, o desde el enfoque de grupos económicos y sociales específicos. La tarea será ubicarlos para atenderlos con las estrategias correctas, ya que “tirarle a todo” sólo llevará, en el mejor de los casos, a estos ritmos generales de lento crecimiento.

Rezagos (y aciertos) del sector de tecnologías en el país


Publicado en Plaza de Armas el 10 de Octubre de 2011

En Agosto, Marc Andreessen, cofundador de Netscape (una de las primeras compañías que desarrollaron navegadores para internet), así como cofundador de una firma de capital de riesgo y miembro del consejo de Hewlett-Packard, publicó un ensayo en el Wall Street Journal que tituló “Por qué el software se está comiendo al mundo”. En éste, plantea su teoría en la que establece que estamos “…a la mitad de un amplio y dramático cambio tecnológico y económico en el que las compañías de software están destinadas a asumir el control de grandes tramos de la economía.”

Esta hipótesis la basa en tendencias y ejemplos de distintas industrias. Menciona que el mayor vendedor de libros en el mundo es una empresa de software; el mayor servicio de entrega de videos por número de suscriptores es otra empresa de software; otros proveedores tradicionales de entretenimiento están desarrollando iniciativas para deshacerse del cable físico y conectarse con teléfonos inteligentes y tabletas; las compañías de música dominantes son también compañías de software; las empresas de entretenimiento que más rápido están creciendo son productores de videojuegos, y la lista sigue en otras industrias como la producción de películas, la fotografía, las plataformas de mercadotecnia directa, las telecomunicaciones y el reclutamiento de personal entre otras; en todas estas áreas, las empresas que más rápido están creciendo o que son las más grandes en ventas son todas empresas de software. De igual forma, otras industrias han visto modificadas de forma importante sus cadenas de valor a través de la integración de software, como son la industria automotriz, el comercio al por menor, la mensajería, los servicios financieros, la exploración de petróleo, etc. Andreessen considera que el cuidado de la salud y la educación son los próximos sectores que tendrán una fuerte transformación basada en el uso e integración de software.

Todo esto ocurre ahora debido al abaratamiento de tecnologías y a la mayor penetración de éstas en la población, lo que facilita el arranque de empresas tecnológicas al requerir menor inversión y ofrece mercados más amplios para la oferta de servicios en línea.

Este basto análisis generado por una de las personas que han liderado esta transformación en el mundo debe ser tomado en cuenta sin duda para alinear políticas de fomento a esta industria así como para trabajar en la integración del gobierno y los sectores productivos y educativos que permita desarrollar las capacidades que la industria de las tecnologías de la información requerirán en el corto, mediano y largo plazo. El crecimiento en esta industria ayudaría al crecimiento de la economía en diversas regiones del país o a nivel nacional, lo que es importante en los actuales tiempos de incertidumbre y ante las perspectivas de que el crecimiento lento seguirá por muchos años; aunque posiblemente no ayude en aliviar los niveles de desempleo ya que son industrias no tan intensivas en mano de obra como otras de la economías más tradicional.

Al respecto, México ha tenido algunos avances, lentos, en este sector. De acuerdo a la OCDE, México es el cuarto país de los 34 con mayor ritmo de crecimiento de suscripciones de banda ancha en el periodo 2000-2009, aunque en el número de suscriptores por tamaño de población seguimos en el último lugar (es decir, la penetración es la más baja). De acuerdo al Foro Económico Mundial, México ha mejorado tanto su calificación como su posición en el pilar de “Preparación Tecnológica”, al pasar de 3.25 a 3.75 en una escala de 7 y del lugar 71 al 63. Sé que no tiene un ritmo espectacular ni una posición privilegiada, pero de los 12 pilares que el Foro evalúa, sólo éste y el de Innovación han tenido un ritmo constante de mejora. La tecnología nueva que entra por inversión extranjera directa es el tema que más ha mejorado en el país, lo que nos ubica en el lugar 24 de 142 países evaluados.

Estos cambios son resultados de esfuerzos aislados; pero si se tuviera una estrategia nacional de desarrollo del sector, los resultados podrían ser más rápidos y de más impacto. Con esta intención se anunció el pasado mes de Abril la Agenda Digital Nacional (ADN), un esfuerzo de las empresas del sector de las tecnologías de información y comunicación (TIC), con la aportación de firmas consultoras, el poder legislativo, la academia y sectores de la sociedad civil. En esta agenda se plantearon 112 acciones en 6 líneas de trabajo que ayudarían al desarrollo de una sociedad del conocimiento. Un gran esfuerzo que aún no da frutos. Una de las conclusiones era que “…se requiere un liderazgo transversal con reporte directo al Presidente de la República que coordine la formalización y promoción de una ADN y vigile su ejecución…”. Pues esto no ha ocurrido aún. En Septiembre, dentro de los eventos de la Convención Nacional Anual de la Cámara Nacional de la Industria Electrónica de Telecomunicaciones y Tecnologías de Información (CANIETI), todos los participantes de la industria y gobierno coinciden en que es necesario iniciar con acciones que incrementen el aprovechamiento de las TIC y se reconoció la necesidad de trabajar “hombro con hombro” gobierno e industria; pero todo sigue quedando en el discurso. Es más, ¡la página de internet de esta agenda dada a conocer hace 5 meses cuando se publicó la ADN está completamente en blanco!

En resumen, esta “nueva economía” se desarrolla más rápidamente en el mundo que en México. Será importante conectarse a esa tendencia lo antes posible, por estrategia competitiva y por tener líneas de crecimiento acelerado en la economía, especialmente interesante ante el entorno actual; mientras tanto, el mundo es ya un mercado accesible para varias iniciativas que representan interesantes oportunidades de negocio, como algunos emprendedores mexicanos ya lo han hecho. El tener una estrategia nacional servirá para que esas oportunidades sean más y se desarrollen por sistema, no por eventos aislados.

México mejora en competitividad (nuevamente)


Publicado en Plaza de Armas el 12 de Septiembre de 2011

Hace 3 meses comenté en esta columna los resultados del estudio de competitividad global que genera el IMD, escuela de negocios de Suiza que es una de las mejor calificadas a nivel mundial, en el que México había logrado una mejora de 9 posiciones en el último año al ocupar el lugar 38 de un total de 59 países. El IMD define competitividad como “la forma en que las naciones y los negocios manejan la totalidad de sus competencias con el fin de lograr una mayor prosperidad”, por lo que evalúa más de 150 variables que incluyen aspectos duros y suaves (producción, inversión, finanzas, legislación, capital humano, etc.) que en su conjunto deberían crear esa prosperidad sostenida en el tiempo. Sin duda, es positivo tener un avance en esa escala (aunque se siga estando debajo de media tabla); pero también comenté que era necesario ver otras evaluaciones internacionales de competitividad para ver si se confirmaba la tendencia y de esa forma analizar las implicaciones de estos resultados.

La semana pasada, el Foro Económico Mundial (FEM) publicó los resultados de su Reporte Global de Competitividad 2011-2012, uno de los estudios de más renombre y difusión en este tema a nivel mundial por su cobertura geográfica (incluyó a 142 países en este año) y también por la amplitud de sus evaluaciones, ya que también hace una medición de más de 110 variables, algunas cualitativas, otras cuantitativas, de aspectos duros y suaves. El FEM define competitividad como “el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país”, y esa productividad establece el nivel de prosperidad que puede ser obtenida por un país. Por lo tanto, vemos una definición muy alineada a la del IMD.

Hecha toda esta presentación, veamos los resultados: México subió 8 lugares al pasar del 66 al 58; es decir, tenemos una confirmación de la tendencia identificada por el IMD. Otra vez, sin duda son buenas noticias, pero pongámoslas en contexto: en los últimos 3 años habíamos perdido 14 posiciones, por lo que esta recuperación nos señala que hay todavía un trecho que recorrer para ocupar las posiciones que se tenían hace 4 y 5 años. Veamos de forma general las categorías consideradas en el estudio para identificar las fortalezas y debilidades (sólo agrego como nota cultural que el año pasado, cuando México había perdido 6 lugares, las autoridades cuestionaban la metodología de este reporte; pero este año, cuando los resultados son positivos, el mensaje es que el reporte es una buena guía para saber en qué temas debe seguir trabajando el país).

El reporte plantea que una economía va evolucionando en distintos grados de madurez y sofisticación. El primer nivel es aquel en que una economía compite con base en sus recursos naturales: vasta mano de obra, aunque no sea calificada, y recursos naturales. El segundo nivel es aquel en que la economía ya no puede competir sólo por mano de obra barata, ya que los ingresos y competencias han ido subiendo y eso hace que suban algunos costos; por lo tanto, la actividad económica debe centrarse en lograr eficiencias productivas; el tercer nivel es aquel en que la economía sólo podrá mantenerse competitiva si desarrolla aspectos de innovación y mayor sofisticación de negocios en el sentido de tener  cadenas productivas más fuertes y amplias.

Para cada nivel define distintos atributos que harán que una economía sea competente en función de su nivel de desarrollo: por ejemplo, para el primer nivel que llama “requerimientos básicos”, evalúa la fortaleza y efectividad de las instituciones, la infraestructura presente, la estabilidad macroeconómica y la salud y educación básica, elementos importantes cuando compites por recursos naturales. Para el segundo nivel, que llama “potenciadores de eficiencia”, evalúa aspectos la educación superior y la capacitación, la eficiencia de los mercados de bienes y laboral, el desarrollo del mercado financiero, la preparación tecnológica y el tamaño de mercado (por aquello de las economías de escala). Para el tercer nivel, llamado “factores de innovación y sofisticación”, evalúa aspectos de las cadenas productivas como la cantidad y calidad de proveedores locales, la sofisticación de los procesos productivos, el alcance de las acciones de marketing, la investigación y el desarrollo, la vinculación industria-universidades, las patentes, etc.

México, de acuerdo a sus calificaciones, se ha estado moviendo entre el segundo nivel de desarrollo (eficiencias productivas) y un estado transitorio hacia el nivel de innovación.  Esto se debe a que la categoría en la que mejoró más este año fue en la de factores de innovación y sofisticación, seguido por la de potenciadores de eficiencia y un muy ligero retroceso en la de requerimientos básicos, tema en el que se ha empeorado o avanzado más lento que el resto del mundo.  Aspectos como el bajo nivel de confianza en los políticos, los costos que tienen los negocios por la violencia y el crimen organizado, la baja confianza en los servicios policiacos, la baja calidad de la educación primaria y en ciencias y matemáticas, una presencia fuerte de pocos corporativos así como políticas anti-monopolio poco efectivas, los altos costos asociados a la contratación y al despido y la baja participación de la mujer en la fuerza laboral (todos estos temas en los que estamos de los lugares 120 para abajo de un total de 142 países), son los temas que nos restan competitividad y que hacen que los avances que se hayan tenido en innovación, preparación tecnológica, educación superior y capacitación (temas en los que a pesar de las mejoras seguimos entre los lugares 63 a 72)  se pierdan y tengan poco impacto.

Si hiciéramos una analogía con el desarrollo humano, México sería un adolescente donde vemos que comienza a tener algunas ideas y pensamientos adultos, pero atrapado en un cuerpo de niño, donde sus restricciones de tamaño y fuerza no lo dejan avanzar a conseguir cosas que los adultos sí pueden hacer. Esas restricciones se conocen, pero seguimos sin destrabar las voluntades políticas y sociales que permitirían modificarlas. Eso nos condena a permanecer como adolescentes por muchos años más.

Competitividad de los Municipios en materia de vivienda


Publicado en Plaza de Armas el 5 de Septiembre de 2011

Todos sabemos la importancia que tiene en la vida de una persona la adquisición de una vivienda, tanto por la parte de seguridad que da a un plan de vida, como por la posibilidad de independencia y la construcción de un patrimonio.

Pero también sabemos que en muchas ocasiones, por diversas condiciones sociales, de infraestructura y de planeación, existen zonas que van sufriendo una degradación importante en términos de calidad de vida y de valor patrimonial. Grandes unidades habitacionales con muchas viviendas pequeñas en un espacio reducido, con muy pocas áreas verdes y cero opciones de esparcimiento, que a lo mejor cuando son habitadas inicialmente no reflejan la gravedad de estas limitaciones ya que son ocupadas por jóvenes que están formando un patrimonio inicial y parejas recién casadas; pero con el paso del tiempo llegan los hijos, y donde antes vivían 1 ó 2 ahora viven 4 o más, con lo que se duplica o triplica la población de la misma unidad. Después, los hijos van creciendo, llegan a la adolescencia y ante la falta de infraestructura para tener actividades recreativas o de esparcimiento, junto con varias realidades sociales complejas, hace que en algunos casos se conformen pandillas que inciden negativamente en la seguridad del entorno. Y junto con toda esta historia, las dificultades económicas así como la falta de cultura de mantenimiento va haciendo que se deterioren las condiciones físicas del lugar, con lo que se da el fenómeno de la “ventana rota” (teoría social que establece que ante un entorno con señales de descuido o destrucción que no sean reparadas, da pie al escalamiento de esos descuidos), y eso provoca condiciones de inseguridad, pérdida de calidad de vida, hacinamiento, etc. En general, condiciones poco favorables de desarrollo social y la destrucción del valor patrimonial (aunque creo que no somos tan ajenos a estos fenómenos que podemos constatar en diversas ciudades, un ejemplo se ve en la película brasileña “Ciudad de Dios”).

Para contrarrestar estos fenómenos de alto impacto negativo social y económico, diversos organismos nacionales en México se han dado a la tarea de cuidar que los desarrollos habitacionales tengan condiciones iniciales que rompan con estos ciclos y mecanismos para fomentar el mantenimiento de las viviendas. Hace varios años participé en el ejercicio de planeación de la Sociedad Hipotecaria Federal (SHF), en el que este tema fue parte de las líneas estratégicas del organismo; de igual forma, Infonavit ha estado fomentando el desarrollo de vivienda verde y otros aspectos que permitan cuidar el entorno físico de las viviendas.

Es en este contexto en el que el Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO) desarrolló, con la asesoría de SHF, Infonavit, CONAVI y muchos otros organismos del sector público y privado relacionados con la vivienda y planeación urbana, el primer Índice de Competitividad Municipal en materia de Vivienda (INCOMUV). El objetivo de este índice es reflejar la capacidad que tiene un municipio para aumentar el valor de las inversiones en vivienda en el largo plazo. Esta capacidad depende de los atributos mismos de la vivienda así como de su entorno y del contexto urbano en su totalidad, por lo que el IMCO desarrolló el índice a través de 78 indicadores que se agrupan en 3 pilares que abarcan temas de normatividad para el desarrollo urbano y de la vivienda, movilidad y transporte y ciudades verdes.

El análisis abarcó 402 municipios que conforman 115 ciudades o zonas urbanas, que en conjunto concentran el 66% de la población, el 92% de la producción nacional y el 80% de la demanda de vivienda. El INCOMUV se dividió en 6 categorías de competitividad: alta, adecuada, media alta, media baja, baja y muy baja. Sólo 7 municipios (entre ellos Querétaro) lograron la categoría de alta; el grueso de los municipios (69%) quedó en las categorías de media baja y media alta. Los municipios mejor evaluados tienen calificaciones 50% mejores a los municipios peor evaluados; pero aún así, ¡estos municipios (los mejor evaluados) tuvieron calificaciones inferiores a los 55 puntos en una escala de 0 a 100! Puesto en otras palabras, si esto fuera un salón de clases, nadie habría aprobado y el examen, y el grupo de sobresalientes estaría conformado por los “menos reprobados”. Esto refleja, sin duda, un frente más a nivel nacional en el que tenemos brechas muy importantes a llenar, por el impacto social y económico que, como dije al inicio, tiene el tema de la vivienda.

Del Estado se evaluaron 5 municipios: Querétaro, San Juan del Río, Huimilpan, Corregidora y El Marqués. Estos conforman el 73% de la población y cerca del 90% de la economía estatal. Los resultados fueron los siguientes:



Municipio
Resultado general
Pilar I. Normatividad y características de la vivienda
Pilar II.
Contexto de la vivienda dentro de la ciudad
Pilar III.
Contexto de la ciudad dentro del país
Querétaro
Alta
Adecuada
Alta
Adecuada
Corregidora
Adecuada
Media alta
Adecuada
Adecuada
Huimilpan
Adecuada
Media alta
Media alta
Adecuada
San Juan del Río
Media alta
Baja
Alta
Media baja
El Marqués
Media baja
Muy baja
Media alta
Adecuada

Elaborado por Inteligencia de Negocios Atalaya con datos del INCOMUV

Vemos que el Pilar I es el que tiene en general las calificaciones más bajas. Este pilar considera los aspectos de normatividad para la construcción de vivienda, acceso a servicios básicos en la vivienda, capacidad futura para ofrecer a la vivienda los servicios básicos, vivienda ambiental y socialmente sustentable y preservación del valor patrimonial de la vivienda. Sin duda, este Índice sirve para enfocar los temas a trabajar en el Estado, y aunque 3 de los 5 municipios evaluados están en el grupo de los sobresalientes, no olvidemos que están ahí por estar sólo menos reprobados que el resto.

Las necesidades laborales rebasan la lógica legislativa


Publicado en Plaza de Armas el 29 de Agosto de 2011.

Uno de los tantos temas que como país son discutidos, analizados, evaluados en foros nacionales e internacionales y sin embargo, no pasa nada, es el de la reforma laboral.

Ante el empleo tenemos realidades que plantean un escenario muy complejo: la necesidad de generar nuevos empleos que brinde oportunidades a la población que se incorpora a la edad productiva, que tengan condiciones básicas de certidumbre y legalidad, con remuneraciones que permitan crear condiciones de vida digna y el desarrollo de un mercado interno de consumo y, como muchas otros aspectos de la vida cotidiana, la necesidad de adaptarse a nuevas realidades sociales y tecnológicas que permiten crear nuevos modelos de trabajo.
En todos los frentes hay malas noticias y limitaciones. En el tema de la generación de empleos hay diversos estimados que plantean que la cantidad de empleo que debe generarse anualmente es de 800,000 a 1,200,000 nuevos empleos simplemente para dar cabida al crecimiento poblacional. En el último año, acorde a la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del INEGI, hay sólo 280,000 mexicanos que obtuvieron ocupación en este periodo (si comparamos el segundo trimestre del 2011 con el segundo trimestre del 2010). Además, hay más de 400,000 mexicanos que en el último año dejaron de buscar empleo por considerar que no tienen posibilidad de encontrar uno o por desánimo. Esto nos indica un rezago importante.

En el tema de las condiciones de calidad del empleo tenemos la siguiente situación: de los casi 31 millones de mexicanos  que tienen una relación laboral con alguna organización (trabajadores subordinados y remunerados), sólo el 53% tiene un trabajo que le brinda acceso a instituciones de salud, el 60% tiene prestaciones y el 52% cuenta con contrato escrito. En términos generales, sólo 1 de 2 empleados tiene ciertas condiciones mínimas de certidumbre y beneficios laborales. Además, más de 8 millones de trabajadores tienen jornadas laborales de más de 48 horas a la semana. Segundo frente con rezago.

En el tema de los ingresos, comenté en esta columna hace unas semanas la magnitud de la caída de los ingresos que tuvieron los hogares mexicanos del 2008 al 2010. Esto es en parte debido al aumento de la desocupación, pero también a la caída de la remuneración en el trabajo. Esta variable parece estar recuperándose en el último año, ya que el número de trabajadores con menos de 2 salarios mínimos disminuyó; pero no queda claro si en efecto se ha movido los trabajos de menores a mayores ingresos ya que también ha aumentado significativamente el número de personas que al ser encuestadas no especifican su nivel de ingreso. Por otra parte, las perspectivas económicas mundiales de desaceleración dejan ver un escenario complicado que vendrá a comprometer esta frágil recuperación.

Por último, en el frente de los diversos esquemas o modelos de trabajo, vemos una tendencia mundial a tener modelos que hacen cada vez más borrosas las fronteras del tiempo y del espacio físico: surgen prácticas laborales para personas que por nuevos estilos de vida requieren mayor flexibilidad en los horarios de trabajo (más hogares uniparentales o con ambos padres trabajando, gente que busca un mayor balance trabajo-calidad de vida, etc.) o que por ventajas de la tecnología pueden desarrollar su trabajo fuera de las instalaciones de la empresa. Estas son realidades sociales que cada vez tendrán más presencia y peso en el mercado laboral, ante los que no estamos listos dentro del marco regulatorio.

Y mientras todo esto pasa (los casi 9 millones de mexicanos que buscan empleo y no consiguen o han dejado de buscar por no encontrar opciones, casi 4 millones de personas que tienen necesidad de trabajar más horas de las que actualmente lo hacen y cerca de 15 millones de trabajadores que no tienen condiciones mínimas de seguridad laboral), la discusión y acuerdo de la reforma laboral sigue sin avanzar y se cierra la ventana para que salga en este año.  Así de desalineados estamos la sociedad y la Comisión de Trabajo y Previsión Social, que no admite que haya “presiones” para sacar una reforma que tiene que ser “profundamente analizada”. Seguramente piensan que la realidad se adaptará a sus calendarios y lógicas políticas.